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Opinión: Con el odio... ¿afuera?

Por Lautaro González

Foto ilustrativa

El atentado a la Vicepresidenta suscitó varios debates; algunos muy interesantes. Por suerte para nuestra democracia, hubo un repudio generalizado de todo el arco político. Salvadas excepciones, tan lamentables como esperables; pero no quiero detenerme en eso.

Se habló sobre todo de los discursos de odio. En ello hicieron hincapié desde el Frente de Todos en varios comunicados de los diferentes espacios. También lo hizo Cristina en su reciente intervención pública, refiriendo a una frase del Papa: las acciones de odio son precedidas por verbos de odio.

Tan solo horas más tarde, los medios masivos pasaron de repudiar el atentado a ponerlo en duda. Tuvieron la oportunidad de demostrar si estaban a la altura de la historia. Darles aire a personajes que avalan el hecho, convertir un atentado político en una mera crónica policial, sostener discursos de qué tan corta tenía la pollera la Vicepresidenta, dan cuenta de que no lo estuvieron ni lo están. Escudarse detrás de la libertad de expresión es miserable. La libertad de expresión bien entendida no significa que uno puede decir lo que quiera sobre quien quiera. Hay (o debería haber) limites, y consecuencias legales cuando se traspasan.  

Por eso, cabe preguntarse si el diálogo al que apuntó el oficialismo es realmente posible. Claramente debemos recuperar los consensos democráticos de no resolver las diferencias políticas a los tiros. Pero es evidente que desde la mal llamada anti-política, que no es más que la derecha y ultraderecha, del Partido Judicial y de las empresas mediáticas no hay ninguna intención de recuperar esos acuerdos. Al contrario, pareciera que esperan que alguien lo vuelva a intentar... y la próxima no falle.

En lo personal, creo que si estos discursos tienen cabida en el sentido común es por dos motivos: por un lado porque quienes construyen ese sentido son los medios de comunicación, y los medios no sólo están híper concentrados sino que responden a intereses económicos; pero por otro, también hay una situación social, política y económica que es, de mínima, complicada. Después del macrismo, una pandemia, una guerra y en un gobierno que no pareciera estar dispuesto a tensar poder con los sectores económicos en favor de las clases populares, el descontento social es muy grande. Comienza una cacería de brujas y una necesidad de buscar culpables y es ahí donde los medios hacen mella: la culpable no es otra que Cristina y el peronismo.

Para el primer fenómeno, ya hay una ley, que fue judicializada por las empresas mediáticas y amputada por decreto por el expresidente Mauricio Macri: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Voy a decir una obviedad, pero lo que fue modificado por decreto, puede ser restituido por decreto.
 
Para el segundo fenómeno, tengo más dudas que certezas. La derecha está logrando capitalizar ese descontento popular. "Con el odio afuera" es lindo en el discurso. La pregunta es cómo se hace y a esto quería llegar. Necesitamos pensar cómo salimos de esto y cómo recuperamos el valor de la democracia. Creo que quedó claro que simplemente con diálogo no es posible, porque además hay sectores que no están dispuestos a hacerlo, por conveniencia política o simplemente por la convicción de que con el peronismo no se dialoga, "se lo combate", como vienen sosteniendo los diferentes voceros de la ultraderecha (como el líder de Revolución Federal, Jonathan Morel) que pasean por los diferentes canales de noticias. 

La principal certeza que tengo es que nada se logra sin decisión política. Los partidos tradicionales tienen el desafío de recuperar los acuerdos básicos de la política y la democracia. Pero el gobierno en particular, tiene la responsabilidad y las herramientas para dar esa batalla... técnicamente. "Con el odio afuera" tiene que dejar de ser discurso y materializarse en acción política. Por un lado, medidas y decisiones que tiendan no a capitalizar el descontento social sino a apaciguarlo; de carácter redistributivas, por ejemplo. Por el otro, tensar poder, enfrentar a los sectores de la ultraderecha que buscan desestabilizar y sembrar la discordia para sacar rédito político. Tener bien en claro que intereses se representan y con cuales se contraponen. 

En cualquier caso: al odio y a la violencia no se les responde (solo) con amor, se les responde con acción y decisión política.
 

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